Hola, me llamo Giulia y voy a hablar de mi experiencia como estudiante de intercambio en Adrian, Michigan. Adrian es una comunidad tranquila de unos 22,000 habitantes y, por lo tanto, un entorno muy diferente al que yo estaba acostumbrada viniendo de Milán, Italia. Al aterrizar en Detroit, me recibió toda mi familia anfitriona. Chad Mary y una de mis dos hermanas anfitrionas, Grace. Recuerdo que estaba nerviosa y emocionada al mismo tiempo, el viaje fue agotador y, en cuanto subí al coche, me quedé dormida. Abrí los ojos cuando pasábamos por delante de enormes campos de maíz bajo un cielo azul brillante.
Unos minutos después, mi familia anfitriona me señaló el edificio alargado que sería mi high school. Su casa estaba muy cerca del high school, y eso me tranquilizó de inmediato. Cuando entramos en su vecindario, me explicaron que el clima de Michigan es muy cálido y con brisa en verano. Sin embargo, en invierno hiela y nieva. “Eso no será un problema”, me dijeron, “tendremos muchas actividades que hacer juntos”. Y así fue. Unos días después de mi llegada, vino también Lina. Lina es mi hermana noruega; nos alojaron juntas y seguimos en contacto. Fuimos a recogerla al aeropuerto y nos hicimos nuestra primera foto de familia (la puedes ver sobre este artículo).
La cena siempre era un momento familiar
Unas semanas después de empezar las clases, Lina, Grace y yo estábamos inscritas en el mismo high school. Por lo tanto, nos arreglábamos juntas por la mañana y luego Grace nos llevaba en coche a la escuela. Chad y Mary trabajaban la mayor parte del día durante la semana, pero en cuanto volvían a casa empezaba la diversión. Mary preparaba una cena excelente mientras nosotras preparábamos la cena y sacábamos al perro. La cena siempre era un momento familiar. Hablábamos de nuestros días y decidíamos juntas qué hacer durante los fines de semana. Como las tres realizábamos actividades deportivas, Grace y yo jugábamos al básquetbol y Lina y Grace al fútbol, los fines de semana solíamos dedicarlos a partidos y encuentros. Lo que realmente aprecié fue el apoyo que nos mostraron nuestros padres anfitriones, ya fueran las notas escolares o un deporte concreto. Tanto Chad como Mary se interesaban por cómo nos iba en la escuela y nos motivaban aún más si teníamos dificultades, esperando que sacáramos buenas notas y nos comprometiéramos. También acudían a todos nuestros partidos, a menos que estuvieran demasiado lejos, para apoyarnos y animarnos. Siempre era maravilloso verlos en las gradas u oír sus gritos dándonos ánimos.
Segunda familia
Si algo aprendí de cada uno de mis padres anfitriones, sin duda fue la determinación y la organización. Ser estudiante acogida no sólo te aporta más conocimientos, independencia y confianza en ti mismo, sino que te lleva a emprender viajes de exploración por tu cuenta. Por supuesto, seis meses en el extranjero acogida por una familia (en principio) de desconocidos, es una prueba. Pero también te permitirá conocer a la que se convertirá en una “segunda familia” para ti.
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